miércoles, 13 de marzo de 2013

“Despójense de toda inmundicia y de la maldad que tanto abunda, para que puedan recibir con humildad la palabra sembrada en ustedes, la cual tiene poder para salvarles la vida.” (Santiago 1:21 NVI)
Nosotros recibimos la Palabra de Dios al escucharla con una actitud abierta, receptiva y luego la aceptamos. La parábola del sembrador ilustra cómo nuestra receptividad determina si la Palabra de Dios se arraiga en nuestras vidas y da fruto. Jesús identificó tres actitudes que no son receptivas - una mente cerrada (suelo duro), una mente superficial (suelo superficial), y una mente distraída (suelo con malas hierbas) - y luego dijo: “Por lo tanto,  pongan mucha atención.  Al que tiene,  se le dará más;  al que no tiene,  hasta lo que cree tener se le quitará.” (Lucas 8:18a NVI).
Cada vez que sientes que no estás aprendiendo nada de un sermón o de un maestro de la Biblia, debes revisar tu actitud, sobre todo tu soberbia, porque Dios puede hablar incluso a través del profesor más aburrido, cuando eres humilde y receptivo. Santiago aconseja, “reciban ustedes con humildad (mansedumbre) la palabra implantada, que es poderosa para salvar sus almas.” Santiago 1:21 (NBLH)
Reflexiona Sobre Esto
  • Piensa en si tu orgullo ha afectado recientemente tu actitud frente a un mensaje o frente a un maestro. Pídele a Dios que te ayude a tener una actitud más humilde hacia sus mensajeros.
  • ¿Cuáles son algunas de las distracciones que te impiden ser receptivo a la Palabra de Dios?

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