miércoles, 18 de julio de 2012

La mejor de las Almohadas

LA MEJOR DE LAS ALMOHADAS
por Carlos Rey

Florencia Rivas, joven de Chihuahua, México, se acostó a dormir. A pesar de encontrarse en medio de otras personas, se quedó profundamente dormida, con un sueño de plomo. Lo extraordinario es que Florencia se había acostado a dormir entre otros que dormían en la vía férrea, a la altura del kilómetro once, entre Chihuahua y Cuauhtémoc. ¡Y no sintió nada cuando el tren le pasó por encima! Milagrosamente sólo sufrió una lastimadura en un brazo. ¡Ni un hierro del tren la tocó! Cuando despertó del sueño y vio el tren que se alejaba, creyó haber tenido una pesadilla.
A quienes saben de refranes, el sueño de Florencia les ha de traer a la memoria aquel que dice: «Sueño sosegado no tiene nublado.» Pero el hecho mismo de recordarlo equivale a suponer que Florencia tenía tranquila la conciencia, pues esa es la condición que pone el refrán para dormir profundamente. Lo cierto es que la sabiduría popular nos da amplio margen para pensar que el sueño de Florencia se debió a una conciencia tranquila, pues al refrán citado lo apoya la expresión popular: «Una buena conciencia es la mejor de las almohadas.»1
La Biblia enseña que el sueño es una de las bendiciones que Dios nos ha dado a los seres vivientes. El sabio Salomón afirma que «Dios concede el sueño a sus amados»,2 y el salmista David relaciona ese sueño con la tranquilidad, al decir: «En paz me acuesto y me duermo, porque sólo tú, SEÑOR, me haces vivir confiado.»3 De modo que vivir con la confianza puesta en Dios lleva a dormir profundo gracias a una paz perfecta, es decir, dormir sin sobresaltos ni pesadillas, dormir sin que los humos de la borrachera destruyan las magníficas células del cerebro, dormir sin sentimientos de culpa ni remordimientos de conciencia.
Es lamentable que para muchas personas conciliar el sueño es un problema constante. Ponen la cabeza en la almohada, y en vez de un sueño reparador y bendito, las asaltan las preocupaciones y los temores, las angustias y los pesares. El sueño huye, el sistema nervioso se pone tenso y el cerebro se fatiga, trabajando acelerado como un motor mal ajustado.
¿Qué podemos hacer para dormir serena, feliz y tranquilamente? La solución más segura es corresponder al amor de Dios. Así Dios mismo nos concederá el sueño, y podremos disfrutar de esa bendición a la que se refiere el sabio Salomón. Y para corresponder al amor de Dios, sólo tenemos que limpiar nuestra conciencia de remordimientos y de culpa, arrepintiéndonos de todo corazón, confesándole a Dios nuestros pecados y pidiéndole perdón. Entonces podremos entregarle a Dios nuestros problemas con toda confianza,4 y entregarnos nosotros mismos a un sueño sosegado, ese sueño que no tiene nublado, que se duerme con la cabeza puesta en la mejor de las almohadas, la de una conciencia buena, limpia y tranquila.

1Luis Junceda, Diccionario de refranes (Madrid: Espasa Calpe, 1995), p. 526.
2Sal 127:2
3Sal 4:8
41P 5:7; Mt 6:25-34

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