miércoles, 19 de septiembre de 2012

El consejo de hoy, para nuestro crecimiento personal.

Una pequeña, gran enseñanza.

Miguel Ángel se disponía a pintar un grandioso cuadro que reproducía la Última Cena. Andando por diversos caminos de su población, a la búsqueda de rostros que le ilustrasen la imaginación, se encontró con un joven de brillante apariencia, aspecto atrayente y noble porte. El artista no dudó un instante en pedirle, a tan simpático personaje, que fuese él un modelo para su obra, sirviendo como parámetro al retratar la imagen del apóstol amado, el apóstol virgen, San Juan. Sin muchos ruegos, el joven accedió a posar y, gracias a la destreza del pintor, no fueron necesarios muchos días para estar terminada la imagen de ese inocente hombre al lado de la del Redentor.

Sin embargo, la tarea de Miguel Ángel no era fácil… Después de años de esfuerzo, el número de los comensales del Divino Maestro ya estaba casi completo. Sólo le faltaba una figura, tan antipática e repulsiva que hasta el momento no había tenido ninguna motivación para realizarla: se trataba del retrato de Judas. ¿Quién podría servirle de modelo para estampar en la tela tan horripilante aspecto?

Después de años de fracasadas tentativas, el artista iba a osar pintarla de cero, pues a nadie encontró capaz de reflejar tamaña desgracia… A camino de su casa, cruzando por una estancia abandonada, la presencia de una persona sacó a Miguel Ángel, por algunos instantes, del letargo que lo dominaba, sabiendo su obra inacabada todavía: ¡Qué hombre repulsivo se deparó! Parecía un saco de huesos que se arrastraba, con dos concavidades negras que escondían sus maliciosos ojos; ¡santo Dios! Rezó el pintor, pidiendo la protección divina... Pero, tomado por uno de esos asaltos que suele dominar a los artistas, se dirigió hacia el desafortunado personaje y le externó su deseo de reproducirlo en retrato… Tal vez por no haberle revelado de que se trataba, el pedido fue ac eptado sin la menor dificultad y hasta con cierto menosprecio, pues aquel miserable era incapaz de cualquier esfuerzo, dejándose arrastrar por toda clase de vientos.

Empezó la faina de Miguel, delante de aquel antipático y repugnante ser, por lo visto, humano. Cual no fue su espanto cuando, después los primeros trazos, de aquellos inexpresivos ojos comienzan a correr copiosas lágrimas… ¿Será que se dio cuento de lo que se trataba? Pensó el pintor, con recelo de haber causado un trauma más en la vida de aquel hombre. Poco después, cuando todavía el llanto le escurría por el rostro, el artista se atrevió a dirigirle un pedido de disculpas, si es que en algo lo había ofendido. “No se preocupe – respondió sollozando – apenas le pido que rece por mí, pues fui yo quien hace algunos años le serví de modelo para la imagen de San Juan… Mi vida cambió radicalmente y me perdí por los placeres del mund o, distanciándome totalmente de Dios y de sus Mandamientos”.

Así como Aquél que los llamó es Santo, así también sean ustedes santos en toda su manera de vivir.   1 Pedro 1:15

Jesús dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí."    Juan 14:6

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