martes, 9 de octubre de 2012

8 oct 12
de nuestro puño y letra
ELECTO PERO DIFUNTO
por Carlos Rey

Nació en Choluteca, Honduras, en 1780, y murió en Guatemala en 1834. Los estudios que cursó en la Universidad de San Carlos de Guatemala le infundieron tal amor a las ciencias que no dejó de investigar en diversas ramas del saber. Como resultado, llegó a escribir sobre matemáticas, filosofía, geografía, historia, botánica, mineralogía, religión y derecho. Apodado «el Sabio», a lo largo de su carrera se desempeñó como político, abogado y periodista, lo cual aprovechó al máximo al redactar el Acta de Independencia de Centroamérica. Entre diversos cargos de importancia, ejerció los de Alcalde de Guatemala, Auditor de Guerra de la Capitanía General, diputado al primer Congreso Constituyente de México y Vicepresidente del Congreso mexicano.
Pero de lo mucho que pudiera destacarse de la vida política y patriótica de José Cecilio del Valle, hay dos datos en particular que llaman la atención por lo curiosos que son. El primero es que Agustín de Iturbide, en calidad de Emperador de México, lo puso en prisión y sin embargo siete meses después lo hizo su Ministro de Relaciones Exteriores. Y el segundo dato curioso es que, cuando don José Cecilio del Valle murió el 2 de marzo de 1834, no sabía que había sido elegido Presidente de la República Federal de Centroamérica.1
¿Qué podemos decir al respecto? Del primer dato, tal vez baste comentar que nos recuerda uno de los sucesos más conocidos de la historia sagrada. A José, uno de los doce hijos del patriarca Jacob, al que Dios le puso por nombre Israel, el faraón de Egipto lo sacó de su prisión y lo hizo gobernador de todo su reino. Una de las funciones de José como gobernador de Egipto, sobre todo a causa de la escasez de comida, era equivalente a la de Ministro de Relaciones Exteriores. Y lo más importante del caso es que José mismo reconoció que «en realidad fue Dios» quien permitió que todo eso sucediera, «para salvarles la vida [a sus familiares] de manera extraordinaria y de ese modo asegurarles descendencia sobre la tierra».2
El segundo dato curioso, en vez de recordarnos a personajes históricos que vivieron en tiempos aún más antiguos que los del prócer del Valle, nos lleva a reflexionar sobre personas en la actualidad que bien pudieran identificarse con él. Es que así como del Valle murió de una enfermedad del cuerpo sin saber que había triunfado en las elecciones políticas, también muchos hoy día están muriendo de una enfermedad del alma sin percatarse de que han triunfado en las elecciones espirituales. Esa enfermedad es el pecado que nos separa de Dios, pero Él ya nos eligió a nosotros al pagar el precio de ese pecado mediante la muerte de su Hijo Jesucristo en nuestro lugar. «Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido», afirma San Pablo.3 De modo que lo único que falta es que nosotros lo elijamos a Él como el Primer Mandatario de nuestra vida, pidiéndole perdón por todos nuestros pecados e instalándolo en el trono de nuestro corazón como el Señor Presidente que ha de regir nuestro destino de aquí en adelante con su sabiduría divina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario