sábado, 20 de octubre de 2012

Observar y esperar
Lectura: Isaías 18:1-5
Porque el Señor me dijo así: Me estaré quieto, y los miraré desde mi morada… —Isaías 18:4
En Isaías 18, parece que el mundo entero está listo para luchar contra el pueblo de Dios. Sin embargo, ¿cómo reacciona el Todopoderoso? «Me estaré quieto, y los miraré desde mi morada…» (v. 4). Su quietud tal vez da la idea de que acepta la conspiración contra ellos. Pero no era así. Con su respuesta, le recuerda que Él obra a su tiempo; en el momento preciso y conforme a su voluntad.
Pienso en Jesús cuando esperó cuatro días mientras Lázaro yacía en la tumba (Juan 11:39). ¿No sabía lo que pasaba? ¿No le importaba? ¡Por supuesto que sí! Estaba esperando el momento preciso para actuar y para enseñar lo que tenía previsto y quería que aprendieran.
La Biblia registra «retrasos» de Dios, muchos de los cuales parecen inexplicables desde nuestro punto de vista. Sin embargo, todo atraso surge de las profundidades de su sabiduría y amor. Si no hay otro motivo, tales situaciones pueden generar, si las aceptamos, las virtudes más silenciosas (humildad, paciencia, entereza y constancia); cualidades que suelen ser las últimas que se adquieren.
¿Estás angustiado? ¿El Señor parece distante e insensible? No es indiferente a tu clamor ni imperturbable ante tus ruegos, sino que está esperando que se cumplan sus propósitos. Entonces, en el momento apropiado, intervendrá. Dios nunca tiene prisa, sino que siempre llega a tiempo.
—DHR
Vale la pena esperar el tiempo de Dios; su horario siempre es el mejor.

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